LA PEOR DIETA DEL MUNDO:... "OJOS QUE NO VEN"

 Algunos nos pasamos la vida a dieta. Después de un atracón viene la calma y nos tiramos dos semanas a dieta, conseguimos bajar dos kilos y otra vez a la carga. Lo importante, por desgracia,  no es cómo nos vemos, sino cómo nos ve el vecino de enfrente. Esta práctica parece inofensiva, el problema viene cuando existe una inmadurez personal, que nada tiene que ver con la edad, y que nos empuja a hacer cosas casi en contra de nuestra voluntad. Nos restringimos en todo aquello que nos produce placer porque asociamos ese placer al hecho de coger kilos, no importa cuánto dejemos de comer, sólo importa si lo que dejamos de comer va a repercutir en nuestra figura. El cuerpo humano es una máquina semiperfecta, diseñada para realizar una serie de bucles de procesos fisiológicos, unos,  que se escapan a nuestro control y otros, que debemos controlar nosotros mismos. Es el caso de la alimentación, somos nosotros los que decidimos qué comemos, y lo peor de todo es que sabemos perfectamente lo que debemos comer, pero hay una lucecita maligna en nuestro cerebro que se enciende cuando vemos un alimento susceptible de convertirse en un michelín, de nada nos sirve que conozcamos sus beneficios nutricionales, sólo nos fijamos en la parte negativa. Hemos aprendido desde pequeños cuáles son los alimentos de la pirámide nutricional, y a nuestros hijos procuramos alimentarlos conforme a dicha pirámide, somos nosotros los que nos queremos más por fuera que por dentro,
lo que se ve es lo que cuenta, nuestro aspecto físico condiciona nuestro paso por la vida, si nos sentimos bien por fuera nos basta, qué mas da lo que no se ve, como se suele decir: "ojos que no ven...".

Por favor, empezad a quereros un poquito más, de dentro a fuera, resignaros con el físico que os ha tocado y si se puede arreglar sin perjudicar todo lo demás, pues adelante, pero siempre con ayuda profesional, que para eso están.